oy una persona que lo planifica todo. De hecho, escribí mi lista de metas o como lo llaman en inglés, “bucket list”, en el 1986 cuando me gradué del colegio; todo, bueno, casi todo, lo logré. Como hija menor en mi casa, sentía la necesidad de establecer mi lugar, de demostrarle a mis padres y hermanos que yo lograba cosas, quizás por mi espíritu competitivo o para premiarme por esa satisfacción de “¡Lo hice!” una y otra vez.
Nacida y criada en Puerto Rico, mi madre frecuentemente me decía, “Mira a los cubanos, lo perdieron todo pero nadie les pudo quitar su educación”. Así que, de cierta manera, esa fue mi meta: estudiar duro y escoger una buena carrera que me asegurara mi futuro. Aún recuerdo a mis amigos que me preguntaban si yo planificaba todo en mi vida; ellos no podían creer que alguien tan joven realmente supiera lo que quería en el futuro.
Durante mis años como estudiante de periodismo, tuve metas ambiciosas, las cuales cumplí todas. Me gradué magna cum laude y obtuve el honor más alto del Departamento de Comunicación. Aun cuando me gustaba planificar, también hice ajustes en el camino. Ese fue el caso justo después de graduarme, mientras consideraba mi próxima movida para comenzar mi maestría, opté incursionar al campo de las relaciones públicas y nunca me arrepentí de esta decisión.
Por más de 25 años trabajé en relaciones públicas, una carrera que enriqueció mis destrezas de planificación, una profesión de la cual soy apasionada, una industria que amo y respeto. Trabajé largas horas, me hice de un nombre y reputación, crecí mi base de clientes, establecí mi negocio propio, enseñé en universidades, gané premios, publiqué y fui entrevistada en revistas de la industria. También trabajé para firmas globales de comunicación. Esto no significa que todo fue fácil. Durante mi recorrido, regresé a un patrono anterior después de haber trabajado con una supervisora incompetente, mi socia de negocios me dejó, me divorcié, vendí mi casa y me mudé a Georgia luego de volverme a casar, un cliente nunca me pagó por un gran proyecto y me bajaron el salario cuando el mercado se cayó hace unos años.
Tomé este cambio inesperado como una oportunidad para explorar nuevos roles en los que sentía yo contaba con la experiencia, descubrir nuevas oportunidades en organizaciones que no había considerado antes y tener una idea de lo que estaba “allá afuera” en el mercado. Todo el mundo me decía que alguien con mis talentos y experiencia tendría empleo rápidamente. Casi todo el mundo mencionaba, “Alguien con tu bagaje, destreza de idiomas, experiencia y contactos en la industria no tendrá problemas en recibir múltiples ofertas de empleo”. Pero en un abrir y cerrar de ojos me di cuenta de que el mercado estaba saturado con personas como yo, que buscaban empleos con los mismos requerimientos de salario, los mismos años de experiencia y que tenían tantos premios como yo. Me golpeó una dura realidad: los salarios no habían subido como yo pensaba y mientras los meses pasaban, solo un grupo de personas me seguía ayudando con introducciones y oportunidades que sabían se habían abierto; pocos llamaban para ver cómo me encontraba.
El shock era real. ¿Tendría la oportunidad de conseguir empleo esta mujer, con más de 50 años y que también es latina? Entre los días felices donde dormía un poquito más, limpiaba la casa, cocinaba y me tomaba un café en la terraza, llegaban los días tristes donde ni colegas o conocidos contestaban a mis llamadas o correos. Mucho peor fueron los días donde los únicos correos que recibía eran los automatizados que indicaban que no fui seleccionada para un trabajo o los proyectos que algunos colegas me ofrecieron y nunca se concretaron por decisiones de clientes o retrasos. Sentía que la industria se estaba olvidando de mí. Mientras que mis ahorros se acababan con gemelas en la universidad, estaba aterrorizada de que el tiempo estaba en mi contra.
- Apoyo y pertenencia.
Una colega me dijo de un grupo cerrado de mujeres en Facebook que conectaba a profesionales de las comunicaciones y mercadeo en Georgia. Ahí me enteraba de oportunidades de empleo, tenía una mejor idea de los que estaban pasando otras personas como yo, vi los cursos y capacitaciones que mencionaban eran importantes hoy en día, y encontré una capacitadora de carreras (“career coach”) que me escuchó, aconsejó y guió en definir mi estrategia de búsqueda de trabajo. Aun cuando no conocía a nadie en este grupo que sobrepasa 30,000 miembros, me dio un sentido de pertenencia, un lugar para conectar con personas y no ser juzgada; al contrario, recibí muchas palabras de aliento de muchas de ellas. - Conocimiento y motivación.
Una amiga cercana, quien por coincidencia también está en la industria de las comunicaciones, estuvo siempre pendiente de mí mediante texto. El año anterior, logró obtener un puesto de liderazgo en una de las empresas de fines de lucro más grande de Atlanta, y siempre habíamos estado una para la otra en los tiempos buenos y malos de nuestras vidas. Un día de casualidad, me sugirió leer el libro 60 Seconds & You’re Hired, por Robin Ryan. Luego de ordenarlo en línea y leerlo en dos días, obtuve una mejor idea y perspectivas del proceso de entrevistas, negociación y contratación. Fue una herramienta práctica que me ayudó a prepararme mejor para entrevistas telefónicas y en persona. De repente gané motivación y esperanza. - Distracción y satisfacción fuera del trabajo.
Buscar empleo es un trabajo de por sí. Pero no te sientes desgastado hasta que has solicitado a 85 plazas, como fue mi caso. Mentalmente, necesitaba alejarme de mi escritorio, de revisar el estatus de mis solicitudes y contactos, de actualizar cartas, de hacer carpetas por compañía, etc. Así que me involucré en proyectos que me distrajeran y me sacaran de mi miseria. Llegué a la conclusión de que si todas las corporaciones, organizaciones sin fines de lucro, universidades y agencias de gobierno en Atlanta tenían mi resume, tenía que encontrar tiempo para hacer cosas productivas que me brindaran felicidad. Me gusta pintar, sí, ¡pintar paredes! Así que pinté mi cocina y otras habitaciones de la casa. Doné ropa a Goodwill, limpié alfombras, lavé a presión la terraza y entrada de la casa, serví como jueza de solicitudes estudiantiles para becas de una fundación, me ofrecí en desarrollar una presentación en PowerPoint para un evento y cena de gala, viajé a tres ciudades como miembro de la junta de PRSA, leí libros de desarrollo profesional, participé en webinarios y cursos en manejo de medios, crisis y redacción, y visité a cuatro de los hermanos de mi difunto padre, quienes viven en Puerto Rico y la Florida. Todavía me sonrío al recordarlos y ver lo agradecidos que estaban por el tiempo que tomé para ir a verlos.
Esta historia tiene un final feliz. Mientras revisaba mi última lista de metas y solicitaba varios trabajos en el gobierno, mucha gente me comentaba lo difícil que era entrar al servicio público a nivel federal. Fue entonces que me enfoqué en plazas corporativas, puesto que era donde tenía las mejores posibilidades de empleo. Me llamaron para entrevistarme en 13 compañías, algunas llamándome para la segunda y tercera ronda en Georgia y Florida. Y mientras algunas cosas se estaban concretando, con dos corporaciones cerrando el proceso con ofertas, recibí la llamada que nunca esperé: entrevistas y oferta para un rol el gobierno federal con la agencia que tanto añoraba trabajar. ¡El trabajo de mis sueños llegó!